Misión Esperanza y Caridad en Palermo (Italia)

Octubre 2020

Entre los días 24 de Enero y 3 de Febrero tuvo lugar el voluntariado organizado por el grupo de pastoral de CEU Universities. Dicha actividad había sido premiada como proyecto solidario por parte de ICUSTA. En él participaron, por parte de la Universitat Abat Oliba CEU en Barcelona, 3 profesores –Carmen Cortes, Elena Tarragona y Jorge Martínez- y 5 alumnos –Javier, Teresa, Isabel, Paula y Dídac. También formaron parte de la expedición una profesora –Teresa Díaz-, una representante de Voluntariado –Cristina Laorden- y 2 alumnos –Elisa e Íñigo- pertenecientes a la Universidad CEU San Pablo.

Desde que aterrizamos en el aeropuerto de Punta Raisi, dedicado a dos jueces antaño asesinados por la mafia, Falcone y Borsellino, empezamos a experimentar el atractivo de esta preciosa isla mediterránea, históricamente mezcla de culturas y dotada de una belleza natural sin parangón, que sorprende como marco constante de la expedición, tanto en escenarios de montaña como litorales.

La finalidad del voluntariado no era meramente la de entender mejor esta cultura del encuentro que se ha dado de facto en Sicilia, donde han convivido, a lo largo de los siglos, griegos, fenicios, romanos, bizantinos, normandos, musulmanes, españoles y tantos otros. El objetivo principal consistía en conocer por el método de la inmersión la experiencia de Iglesia que es la Misión Esperanza y Caridad, fundada por Fratel Biagio Conte (1963-), un misionero laico a caballo entre la época medieval y la posmoderna, que empezó, al inicio de los noventa, viviendo con los vagabundos en la Estación Central de Palermo, y que después ocupó un cuartel del ejército italiano que llevaba abandonado decenas de años. Allí comenzó su obra de acogida junto al sacerdote Don Pino Vitrano, en la que hoy existen 4 sedes principales en la capital de Sicilia en las que se da hospitalidad a más de un millón de hermanos sin techo: Via Archiraffi –donde se acoge mayormente a los más ancianos y enfermos-, Via dei Decollati –también llamada la Ciudadela de los pobres, donde comió hace un par de años el Papa Francisco y donde se alberga fundamentalmente a los inmigrantes llegados mayormente del continente africano-, el Convento de Santa Catalina –donde acogen a las mujeres y niños-, y Villa Florio –donde se trabaja el campo y se acoge a los hombres de distintas procedencias que no caben en las otras estructuras. La misión vive de la Providencia, de donativos y ayuda de tantos colaboradores tanto en Italia como el extranjero, ya que apenas son una decena de religiosos y religiosas trabajando para alimentar cada día a más de un millar de personas.

La propuesta de nuestro voluntariado era la de introducirnos en la vida de estos “hermanos” que se han hecho pobres por los pobres y hacer experiencia de una vida tan sumamente distinta a la que llevamos en nuestras ciudades contemporáneas, rodeadas de comodidades. Para ello, el grupo participó cotidianamente de su misa temprana, de su rezo de Laudes, así como del trabajo diario que ellos hacen. Convivimos con el director de orquesta que es Don Pino y con alguien considerado un santo en vida en toda Sicilia como es Fratel Biagio. En cuanto al trabajo diario, los hombres colaboramos con algunos acogidos y voluntarios en la construcción de un invernadero, así como en la recogida de fruta y verduras en los campos cedidos por el obispado en Villa Florio. Las mujeres ayudaron a las hermanas a limpiar y adecentar determinados espacios nuevos que se abrían en el Convento de Santa Catalina.

Las tardes las dedicamos a las visitas culturales. Visitamos el monumental monasterio de Monreale, guiados por Franco, un voluntario de la Missione, que nos explicó cómo allí se produce la fusión imposible entre el arte bizantino y el musulmán unidos bajo una batuta católica, la de los reyes normandos, que la pensaron para una nutrida comunidad benedictina. También visitamos la catedral de Cefalú, igualmente bella y presidida por un pantocrátor rubio bizantino; el santuario de Santa Rosalía -patrona de Palermo junto a San Benedicto el moro-, encaramado a un promontorio del que Goethe afirmó que tenía las mejores vistas del mundo; el barrio de Brancaccio, en el que fue asesinado el recientemente beatificado Don Pino Puglisi, de gran devoción en Palermo por su valentía y ahínco en la educación de los chicos del barrio, para que no entrasen en la órbita mafiosa.

Además de frecuentar las cuatro sedes de la capital, pudimos conocer diferentes lugares significativos para la misión en otras poblaciones de la isla. Visitamos la granja de Inici, la casas y los campos en las bucólicas poblaciones costeras de Castelamare y de Finalle di Pollina, así como en el igualmente bello pueblo del interior que es Tagliavia, muy cercana a Corleone. Allí los hermanos tienes una hermosa huerta y cultivan varias hectáreas de trigo que les permiten autoabastecerse durante el año. Todas estas extensiones de terreno son donaciones de fieles o de las diferentes diócesis. Por último, el hermano Martino nos guio, a través del bosque, hasta la cueva en la que el Fratel Biagio, fundador de la Misión suele retirarse a orar y a ofrecer largos ayunos eucarísticos haciendo penitencia por injusticias hechas a los hermanos más pobres en nuestra sociedad del descarte.

Todas las noches preparábamos la cena en la casa de las chicas y compartíamos las riquezas del día en una cena colectiva a una sola voz, con el ánimo de que no se perdiese nada de todas las cosas extraordinarias que allí veíamos.

Tras los diez días de voluntariado, jóvenes y adultos, hermanos y hermanas de la Misión, coincidimos en valorar excelentemente la experiencia vivida. Nos llevamos a casa una nueva conciencia del valor de los pobres y de nosotros mismos. Alguna de las muestras del impacto de ello en nosotros las podemos apreciar en el documental corto titulado “Vivir en Esperanza”, realizado por Javier Oliver y subtitulado por Íñigo García, así como en el sacramento de la confirmación recibido por una de nuestras alumnas.

Jorge Martinez Lucena

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